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viernes, 25 de mayo de 2007

Razones subjetivas y objetivas para que Vicent Ramón García sea alcalde de Algemesí

Decía Pascal que "el corazón tiene motivos que la razón desconoce", a la contra, Sir Francis Bacon, John Stuart Mill y todo el pragmatismo inglés vinieron a decir que "el buen cuchillo es el cuchillo que corta"… Los dos argumentos tienen su peso en política. Y como hablo de la de Algemesí, un ángel me ha traido aquí, a Valencia, el programa político del Partido Popular. Hay en él las razones razonadas y razonables para que, racionalmente, un ciudadano sensato vote a Vicent Ramón García. Claro, no por ello dejan de ser sensatos los ciudadanos que voten PSOE (los demás, ya son otro cantar…), es cuestión de matices y sensibilidades. En el programa político de VR, entiéndase PP, está todo, desde los libros gratuitos al problema del Alzheimer, desde la Ginecología a la RENFE y la Confederación Hidrográfica del Júcar, desde el teatro y la danza a los espacios WIFI. Éstas podrían ser las razones objetivas.

Pero quedan las de Pascal, las del corazón loco, como el de aquel Machín que se preguntaba si se pueden querer dos mujeres a la vez y no estar loco (hubo alguien que añadió: "y tres"). Las razones de Pascal-Juan Sanchis versus Vicente Ramón son más extrañas… pero son. Son como los golpes de la vida, que decía César Vallejo, "son pocos, pero son"… Y son dos o tres, no más. Lo digo porque he estado visualizando el video que, total o parcialmente, vi cuando llegó Juan Cotino a El Molí, y he visto desfilar al candidato a la Alcaldía con uniforme del Ejército del Aire, como yo, y lo he visto fotografiado en el mismo burladero de la plaza de toros de Algemesi en el que yo me fotografié un día septembrino, no muy lejano, en el que me preguntaba si aún estoy a tiempo para torear en esta plaza.

Puestas en un plato de la balanza las razones objetivas y, en el otro las subjetivas, resulta que dejan el fiel inamovible. Es decir, que me redescubro en un punto exacto de equilibrio entre la necesidad de comer y la de soñar. Por tanto, si yo estuviera ahora censado en Algemesí, le votaría a él. Supongo que los otros partidos tienen más o menos los mismos deseos de bienestar que el de VR, pero sus cabezas de lista ni han hecho el servicio militar en el Ejército del Aire ni han reflexionado lo burlesco de la vida en el mismo burladero que él y yo. Las razones del corazón, al final, son las que deciden. Suerte.
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lunes, 21 de mayo de 2007

El ojo derecho del candidato

Ahora que de luz tu niebla doras,

Escucha, al son de la zampoña mía…
Luís de Góngora (“Fábula de Polifemo y Galatea”)


Cuando una chica del pueblo me hacía unas fotos junto a la verja de la morera que da nombre y feliz natalicio a esta columna, recogí de la calzada (calle Berca), en soporte de papel fotográfico, el ojo derecho de un candidato, llamémosle X. Tampoco tiene gran importancia que sea un ojo u el otro, pero en tiempo de elecciones, que resulte ser el derecho o el izquierdo es tema más delicado. A mí, los de La Fe me fundieron el derecho y me obligaron a verlo todo desde la izquierda justo cuando ya desfallecía en ese empeño. Ahora he de ser yo el que, con mucha voluntad y afán imparcialista, tengo que girar un poco más la azotea para contemplar la vida tal como es…

Del ojo derecho del candidato devorado en la calle Berca, sólo se sabe, de momento, que necesita gafas, algo civilmente aceptable y políticamente correcto. Nada que objetar. También que es verde… verde como el trigo verde, y el verde, verde limón… O sea, arraigado en amores…, que, al fin y al cabo, es de lo que se trata: a más amor, más valía, y lo demás son cuentos, y obras son amores y no buenas razones.

Posiblemente el candidato que perdió el ojo derecho en la calle Berca, vaya por ahí suelto, triscando, tan feliz e ignorante de su desdicha que lo estará viendo todo, de cara al nuevo sol del 27, bien con el alma de la izquierda no revolucionaria, bien con el de la derecha no conservadora. Extraño Polifemo, vengador de los amores del partido que tiene el ojo izquierdo sano y la partida en liza, el candidato tuerto del Pozo de la Virgen (que ella le conserve los dos de por vida) diríase que mira con ternura, con infinita bondad y comprensión a la gente que le pisa, o le pisaba (porque lo tengo yo guardado), ignorante de la felicidad que trae al pueblo, del bienestar, la gloria y la justicia que él en sí mismo representa.

El ojo derecho del candidato, Gran Hermano que siempre vigila el ir y venir de las ánimas en pena, la paz social de la sociedad civil, el buen estado de los jardines y el riguroso cumplimiento de la ORA a la hora de aparcar, se ha visto en un instante convertido en esperpento de si mismo, en aparente chanza de plumilla de Internet. Pero la verdad es mucho más simple: el ojo derecho del candidato despedazado por las fieras en la calle Berca de Algemesí es complementario del ojo izquierdo sano que me queda tras perder en La Fe la idem que me quedaba en la Utopía.

No se aprecia viga alguna en el ojo derecho del candidato. Esto también hay que decirlo y, además, queda muy bien para cerrar.

viernes, 18 de mayo de 2007

María también regresa

Mi madre se fue a dormir al nicho del cementerio tras hacer sonar, con el ataúd abierto, las notas largas, viscerales, hondas y sentimentales, de La Muixeranga. Los papeles oficiales de mi madre decían que se llamaba Eugenia Salut, pero añadiendo “conocida por María”.

... Mi madre murió una noche en que en la televisión emitían Los miserables, de Víctor Hugo, porque, a pesar de ser conservadora, tenía, a su manera, consciencia de clase... Cuando le dio la crisis cardiaca me dijo que no llamara al médico, porque sabía que se estaba despidiendo... No obstante, por si acaso se equivocaba, llamé al 112, y, desde el otro lado del cable telefónico (viendo yo a mi madre en la cama), me preguntaron: “¿Qué síntomas tiene?”. Y tuve que responder: “Ahora, ya, ninguno”. Y permanecí echado junto a ella, cosa de una hora, antes de llamar a los familiares, porque sospechaba que lo seguía escuchando todo. Mi madre murió, pues, hay que decirlo, junto a una especie de gran estampa enmarcada de la Mare de Deu de la Salut.

Hace alrededor de una semana, pues, que publiqué en Periodista Digital un artículo esencial en mi biografía, como también lo es éste, se titulaba Volver a Algemesí… Porque era yo el que volvía con dos tangos y pico a la vez; es decir, con más de cuarenta años de ausencia. Ahora es ella, mi madre, la que a la postre me trajo a este Valle de Lágrimas, que es la misma vida, la que regresa conmigo.

Yo recuerdo el sol resplandeciente de una mañana perfectamente seria dentro de la jovialidad de todas las mañanas, andando tras el coche del último viaje hacia el tanatorio de la calle Albalat, tantas veces ahora contemplado en cuestión de días. Creo que si mi madre estuviera en estos instantes viéndome, que tal vez lo esté, aunque no creo…, me volvería a decir aquello de “no te metas en política” y "que se apañen"...

Pero no le puedo obdecer del todo. No puedo porque durante estos últimos años, los intentos que he hecho de publicar en éste, mi pueblo natal, desde la época de Joan Girbés, siempre han sido infructuosos. Sólo ahora unas personas de bien del Partido Popular me prestan su atención. Y yo soy un hombre que, parafraseando a León Felipe, viene de muy lejos y casi siempre descubre con una simple mirada la clase de quien le escucha, o ni tan siquiera le escucha.

Esta columna, este blog, como se llaman ahora estas cosas, es visceralmente político y cultural, con unos valores sobre los que se sustenta: la no explotación del hombre por el hombre, la unidad y diversidad cultural de España y el arraigo en lo más nuestro. No faltará quien aduzca que no está escrito en valenciano. Y bueno, qué… Ya lo estará en la medida en que asumo el bilingüismo real de la Comunidad.

Hoy es, como todos, un día memorable que sólo me es entristecido por las amarguras comunes a cualquier ser humano. Tampoco es cosa ahora de mostrar las llagas ni rasgarse las vestiduras ante nadie. No. Hoy es un día sereno, asumidor de los dolores de vivir y también de los pocos instantes de esperanza que las horas traen y me traen.

Hoy es el día en que mi madre me vuelve a parir en el pueblo que me parió: es decir, Algemesí.