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jueves, 21 de junio de 2007

El acordeonista de Algemesí…

¡Oh modestos acordeones! ¡Simpáticos acordeones!
Vosotros no contáis grandes mentiras poéticas...
Pio Baroja

El acordeonista de Algemesí es el acordeonista mundial que pasa inadvertido para la sociedad civil, para la sociedad que compra y paga, o ni tan siquiera compra o ni tan siquiera paga… El acordeonista de Algemesí es el acordeonista natural de la minoría modestamente selecta, de la automarginada de la civil, de la penal y hasta de la constencioso-administrativa, porque su música se diluye entre mayorías absolutas que no entienden de almas…

Yo, modestamente, como digo, pertenecezo a la inmensa minoría de los desalmados del debe y del haber, de la lógica y del raciocinio... No lo tengo a gala porque es una desgracia y, más que nada, no da nada... Pero el acordeonista de Algemesí, que se llama Aure, me entiende y entendía incluso antes de que hablásemos. Ocurrió en una mañana límpida y azul en que yo caminaba con una tal Esperanza (como dice Goethe,“esa segunda alma del desdichado”) y, al encontrarle en mis orígenes, comprendió también él por qué en éstos (me llevaron a vivir a Valencia cuando tenía cinco años) el ciego Pepico me tenía absorto las tardes de verano, cuando en su balcón hacía sonar La cumparista, algún vals que no recuerdo y España cañí… Después de aquellas tardes de verano, he visto al acordeonista de Algemesí, por universal, en todos los rincones de mi vida: desde la plaza Mayor de Madrid, hasta el Trastévere romano, y desde el Trastévere a las terrazas existencialistas de los muelles del Sena, donde Edit Piaf amaba a los acordeonistas. Me lo dijo la musa de J.P. Sartre en las paredes rosas de la estación de Algemesi, cuando quiso expresar en un cartel que la vida corta puede vivirse en rosa, pero tampoco nadie se dio cuenta. Y perdonen ustedes el egoísmo de "lo marginal", porque el acordeonista ("L'accordèoniste"… : Son homme est un artiste/ C¨est un drôle de petit gars/Un acosdeoniste/ Qui sait jouer la java .. ) viene a ser el refrendo desgarrado de la música callejera que tanto amamos los callejeros.

Yo no sé cuántos mandatos políticos, cuántos equipos de gobierno municipoales, habrá visto pasar el acordeonista de Algemesí; es decir, mi amigo Aure. Pero sé que los equipos de gobierno municipales no se han percatado de que el acordeonista "de Algemesí" es de Algemesi, de Roma, de Madrid, y de las orillas del Sena. Y que ya don Pio Baroja (Elogio sentimental del acordeón) escribió bellísimas palabras acerca del acordeón (quizá se olvidó de los acordeonistas) que yo le remití a María Jesús y su idem, concejala de servicios sociales por el Partido Popular en el ayuntamiento de La Nucia. (Alicante). Porque en mi juventud llorada, la María Jesús rubia y primeriza del blanco y negro en al tele y de los pasdobles en las terrazas de Benidorm, era mi todo más todo... Y de vez en cuando me manda un mensaje, porque sabe de mi fidelidad a la música y al instrumento.

El acordeonista de Algemesí era necesario, pues, para que yo pudiera volver a mi pueblo. Porque allí estaba él: en la calle Montaña, en la Dels Arbres, otra vez en la de la Montaña… etc. María José, una amiga del Ayuntamiento, me dijo. “aparece y desaparece, es un misterio”. Pero ocurre que aparecer y desaparecer es el misterio de los hombres libres. Y un acordeonista sólo puede ser un hombre libre.

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